Respondiendo a (determinados) católicos. Una carta para hablar

Llevo días queriendo sentarme delante del ordenador a escribir este post. Pues llevo semanas sometido a un continuo debate con mucha gente que, simple y llanamente, ignora el punto de partida de mi argumentación. Y eso se vuelve aún más difícil cuando intentas escribir o debatir desde twitter, que es donde más mensajes se están cruzando estos días sobre la famosa, y para mi ya triste después de lo vivido ayer en Madrid, visita del Papa.

Evidentemente, esto no es una respuesta a todxs lxs católicxs con los que hable. Muchas personas han mantenido conmigo una conversación pausada y agradable, que áun sin acuerdo nunca ha faltado al respeto. Pero, y eso es lo que duele, también he vivido que me llamarán malvado, intolerante, ignorante, totalitario, dictador, vago, generador de odio, vividor a costa de los demás, etc etc… Solo por ser laico y defender el cumplimiento de la legislación española. Sólo y exclusivamente por eso.

¿Qué es ser laico? Pues, para empezar, ni significa ser ateo, ni significa ser agresivo como monseñores señalan, ni siquiera significa no compartir valores o principios del catolicismo o el cristianismo. Ser Laico y religioso no sólo no es extraño sino que fuera de España es común en multitud de Estados y en un número importante de políticos conservadores. Ser Laico y religioso es también una realidad de multitud de movimientos de Base cristianos y católicos, como el de los redactores deLos mecenas de Rouco, ese maravilloso texto escrito por curas de base y por redescristianas.

Ser Laico es, precisamente, ser tolerante. Porque es considerar en igualdad de derechos a todas las religiones, ateniéndose estas a las legislaciones vigentes sobre derechos y deberes de la ciudadanía. Ser laico significa no penalizar a una determinada confesión sino desterrar cualquier privilegio de alguna de ellas. Eso es el laicismo. Respetar las opciones privadas de las personas y considerar que ninguna de ellas dispone de privilegios específicos sobre el resto de la ciudadanía por profesar o tener una determinada fe. Y Ser laico y religioso significa aceptar tu responsabilidad personal y privada con una determinada confesión, pero no obligar a los demás a cargar con ella.

Pero, además, el sentimiento laico coincide muchísimo más con parte de la continua doctrina teológica que los catecismos explican a los niños: la libertad de elección. Si recuerdo bien la formación judeo-cristiana recibida, la tesis de que Jesus murió en la Cruz para garantizar nuestro libre albedrío es una de las más repetidas. En la teología católica enseñada a los y las jóvenes la libre elección de nuestra vida y nuestro camino hacia la eternidad es una piedra clave. Y por ello, ante la actuación concreta de gran parte del catolicismo español centrado en la intransigencia, o aceptamos que el laicismo es mejor camino católico; o aceptamos que la Iglesia Católica (o una de las iglesias católicas que componen esta institución), simple y llanamente, ha mentido a esos jóvenes y ella misma incumple ese principio.

El salvar al otro aunque no quiera ser salvado no es un principio cristiano o católico. La imposición de la salvación para aquellos que hemos decidido no salvarnos o no seguir ese camino no es un principio teológico. Es un principio base del Nacionalcatolicismo español. El mismo nacional catolicismo que desprecia a los sacerdotes de Base, que condenó durante años a Maritain, que lleva demasiados años dominando la jerarquía eclesiástica, que rechazó de pleno el concilio Vaticano II y que, yendo hacia atrás, está en la base de las máximas Opusdeístas de Camino y justifica el poco conocido asesinato y exilio de sacerdotes, religiosos y políticos católicos durante la Guerra Civil y la posguerra. Y no por el bando republicano. Es una estrategia de conquista y, en sus orígenes, de eliminación del conquistado. Es poner toda tu presencia terrenal al servicio de Dios pero en un plano de conquista de almas, de reevangelización, de batalla. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Salvo que pertenezcas al nacionalcatolicismo español:

Sólo te preocupas de edificar tu cultura. —Y es preciso edificar tu alma. —Así trabajarás como debes, por Cristo: para que El reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas, y, desde ellas, ejerciten calladamente —y eficazmente— un apostolado de carácter profesional. (Máxima 347 de Camino, bueno de las últimas versiones. Recordar que es un texto que ha sido reescrito y expurgado en más de 10 ocasiones, aunque esas reconstrucciones eliminando, por ejemplo, referencias fascistas y antisemitas, nunca hayan sido reconocidas por la orden)

Ese es, en última instancia, el verdadero conflicto al que nos enfrentamos millones de personas, laicas y ateas, laicas y religiosas, en este país. A la pervivencia o no de la tolerancia y la aconfesionalidad.

Habitualmente, por defender estos principios se me ha llamado de todo. Pero, a día de hoy, creo que es importante que abandonemos discrepancias para, entre todos y todas, luchar por nuestra dignidad como personas. Algo que, de triunfar los planteamientos tradicionales del nacionalcatolicismo español (que no de los múltiples catolicismos existentes) puede quedar muy en entredicho. ¿Cuál es el problema? Demandar que la legislación española construya un modelo social, un estado no con el respeto a los valores o los principios cristianos, sino bajo los «valores y principios» de Rouco, el Opus, los legionarios y lo más rancio, dictatorial y antidemocrático que conocemos en la Iglesia española. Pensemos en el estado que ellos demandan: Un estado donde las personas no puedan amarse sino es bajo el estricto marco de la heterosexualidad de una carta. Es decir, donde sólo puedas amar a una persona de un sexo diferente, pero a una, SÓLO y exclusivamente a una, con la cual has de esperar hasta casarte, con la cual no puedes usar anticonceptivos y de la que nunca podrás divorciarte aunque considere que golpearte hasta la muerte sea el modelo perfecto de relación. Una sociedad donde AMAR, amar de verdad a alguien, sea un delito si esa persona es de tu mismo sexo. Y donde tú sólo serás catalogado como enfermo o como virus por el simple hecho de amar. Una sociedad totalitaria, donde no podrás escoger caminos no autorizados, donde estarás obligado a asumir principios que no compartas. Una sociedad que considerará que una mujer que enseñe la rodilla sea culpable de ser violada, que deposite toda la autoridad en la figura patriarcal frente a madre e hijos, independientemente de la razón. Una sociedad que prefiere la agonía de las personas, el sufrimiento, el dolor indescifrable e inacabable antes que el derecho a descansar. Que mantiene con vida al agonizante sin cura, que cultiva el dolor antes que el respeto. Una sociedad donde niñas de 9 años violadas, con graves riesgos de supervivencia para ella, no puedan abortar. Una sociedad donde no se pueda combatir el sida, donde las personas jóvenes no puedan encontrarse y ocupen espacios diferenciados de socialización en base al sexo al que pertenezcan. Una sociedad que te considerará siempre antes pecador que persona, donde serás sospechoso por existir, donde te considerarán animal por tus instintos antes que persona capaz de controlarlos.

Muchos podéis decirme que esto parece demagogia. Pero no lo es. Son sus escritos, son sus calificaciones y descalificaciones, son sus obras y son sus acciones.

¿Tan difícil es tolerar al otro? Nadie demanda la desaparición de la Iglesia sólo el fin del privilegio. Recordemos que el objetivo es crear un espacio colectivo, de convivencia y cooperación, donde quepamos todos y todas. Ninguna de las legislaciones que la Iglesia ataca y cuestiona, y que en mi opinión y la de muchas personas incluso pecan de insuficientes por la presión eclesiástica (IVE, Matrimonios homosexuales, muerte digna, divorcio, educación…); ninguna de ellas Prohibe ni obliga, simplemente concede esa opción a las personas. Mi pecado, digas lo que digas, no es tu pecado. Y si yo no lo considero pecado no tienes porque salvarme. Si un principio básico del cristianismo es respetar la voluntad del ser humano, su libre albedrío, si se supone que la figura más importante de vuestra religión murió por ello, por qué no podéis simple y llanamente respetarle a él y a partir de ahí respetarnos a los y las demás. Esto ya no es laicismo, es respeto. Y es la base de la convivencia democrática. Nunca pediré a una persona que se case con quien no quiera, que se divorcie porque yo lo desee, que aborte porque esa sea mi decisión o que siga obligada una fe porque esa sea la mía. Nunca lo haré. Ni yo ni millones de personas que sólo queremos vivir, amar, sonreír, querer, construir… ¿Tan difícil es?

Se que no, se que hay miles de católicos con los que me encuentro cada día. Miles más aún de cristianos que abandonan por estos motivos a su Iglesia para refugiarse únicamente en sus creencias. Miles de personas a las que respeto pero también admiro en muchos casos por su compromiso. Se donde está cada cual y disto mucho de considerarme o considerar a mis compañeros y compañeras el único modelo posible.

Intento escribir un post de acercamiento, de cercanía, de debate con vosotrxs, y por eso creo que lo dejo aquí, sin entrar con detalles en los privilegios que me hubiera gustado enunciar y que posee claramente la Iglesia dentro de nuestra sociedad.

Prefiero simplemente esa pregunta: ¿Tan difícil es tolerar al otro, al diferente, al extraño? No os pedimos ninguna imposición. Os pedimos que no nos la impongáis. Y a aquellos y aquellas que estéis de acuerdo con nosotros y nosotras os pedimos que nos ayudéis a impedir que alguien lo acabe imponiendo. No os pedimos que cambiéis vuestras creencias, sólo que entendáis que hay múltiples formas de vivir.

Y que tengáis cuidado con las compañías. A veces quien más presume de virtud es quien más peca de soberbia.